El artista lecerano Ricardo Lamenca trasladó ayer su caballete a la plaza de España ante el asombro de los paseantes.
Una ciudad que aspira a ser capital cultural europea no debería sorprenderse por ver pintores en la calle. Al menos, eso es lo que opina Ricardo Lamenca, que ayer a mediodía daba los últimos retoques a un lienzo en mitad de la plaza de España. Al aire libre, con la mejor tradición de la escuela de Barbizon, este artista de Lécera intentaba 'desengrasarse' después de un tiempo apartado de caballetes, paletas y pinceles. "En 1965 me marché a Barcelona para estudiar Bellas Artes y Artes Aplicadas", explica Lamenca, cuyo periplo viajero también incluyó estancias en Italia para estudiar y poner en práctica la técnica del mosaico. "Aunque también he hecho grupos escultóricos, mi vocación es la de pintor, y hace unos días me animé a retratar modelos en Barcelona y, ahora que he vuelto a Zaragoza, quería salir a la calle a pintar al aire libre algún paisaje especial, algo que no fuera demasiado figurativo", comentaba ayer Lamenca.
Así, el autor se plantó el viernes pasado junto a las puertas del Cuarto Espacio (un ex rincón artístico reconducido en cafetería, ¿simbólico, no?) para 'atrapar' los reflejos del edificio de la Diputación Provincial de Zaragoza en una fachada acristalada.
"El viernes estuve pintando un par de horas. Entonces apenas se adivinaba qué iba a ser y la gente preguntaba por la cuadrícula de líneas blancas o por las manchas borrosas. En casa también lo fui avanzando durante el pasado fin de semana y, ahora, espero ir concluyéndolo", explicaba el creador, rodeado de decenas de curiosos. Algunos observaban su buen hacer mudos e impertérritos, aunque dejando escapar ciertos gestos de aprobación o asintiendo con la cabeza. Otros, charlatanes de cierta incontinencia verbal, le interrumpían a cada nuevo trazo: "Disculpe usted, señor artista, pero veo que en este balcón ha reflejado como unos ojos misteriosos. ¿Es una metáfora?". "Bueno, es el reflejo, aunque estos cristales también son propicios para las ensoñaciones", explicaba con amabilidad.
Lo que a Lamenca, según confiesa, le interesa es "plasmar el contraste entre los dos estilos arquitectónicos", con un edificio real emergiendo en un cuadrante que parece onírico, aunque, claro, si con su actividad también fomenta la afición a la pintura y anima a que los artistas se echen a las calles, pues mejor que mejor.
El artista lecerano Ricardo Lamenca trasladó ayer su caballete a la plaza de España ante el asombro de los paseantes.
ResponderEliminarUna ciudad que aspira a ser capital cultural europea no debería sorprenderse por ver pintores en la calle. Al menos, eso es lo que opina Ricardo Lamenca, que ayer a mediodía daba los últimos retoques a un lienzo en mitad de la plaza de España. Al aire libre, con la mejor tradición de la escuela de Barbizon, este artista de Lécera intentaba 'desengrasarse' después de un tiempo apartado de caballetes, paletas y pinceles. "En 1965 me marché a Barcelona para estudiar Bellas Artes y Artes Aplicadas", explica Lamenca, cuyo periplo viajero también incluyó estancias en Italia para estudiar y poner en práctica la técnica del mosaico. "Aunque también he hecho grupos escultóricos, mi vocación es la de pintor, y hace unos días me animé a retratar modelos en Barcelona y, ahora que he vuelto a Zaragoza, quería salir a la calle a pintar al aire libre algún paisaje especial, algo que no fuera demasiado figurativo", comentaba ayer Lamenca.
Así, el autor se plantó el viernes pasado junto a las puertas del Cuarto Espacio (un ex rincón artístico reconducido en cafetería, ¿simbólico, no?) para 'atrapar' los reflejos del edificio de la Diputación Provincial de Zaragoza en una fachada acristalada.
"El viernes estuve pintando un par de horas. Entonces apenas se adivinaba qué iba a ser y la gente preguntaba por la cuadrícula de líneas blancas o por las manchas borrosas. En casa también lo fui avanzando durante el pasado fin de semana y, ahora, espero ir concluyéndolo", explicaba el creador, rodeado de decenas de curiosos. Algunos observaban su buen hacer mudos e impertérritos, aunque dejando escapar ciertos gestos de aprobación o asintiendo con la cabeza. Otros, charlatanes de cierta incontinencia verbal, le interrumpían a cada nuevo trazo: "Disculpe usted, señor artista, pero veo que en este balcón ha reflejado como unos ojos misteriosos. ¿Es una metáfora?". "Bueno, es el reflejo, aunque estos cristales también son propicios para las ensoñaciones", explicaba con amabilidad.
Lo que a Lamenca, según confiesa, le interesa es "plasmar el contraste entre los dos estilos arquitectónicos", con un edificio real emergiendo en un cuadrante que parece onírico, aunque, claro, si con su actividad también fomenta la afición a la pintura y anima a que los artistas se echen a las calles, pues mejor que mejor.